Yo hay cosas que no acabo de entender. El último domingo de noviembre amanecimos con la noticia de que un hincha del Deportivo estaba ingresado, muy grave, al borde de la muerte, tras un altercado con sus equivalentes y rivales del Atlético de Madrid. Enseguida se supo que ambos bandos (y posiblemente algunos más que tomarían partido por uno u otro) habían concertado un encuentro para una pelea multitudinaria por la mañana en la zona de Madrid Río, junto al Manzanares. Se citaron, dicho pronto y mal, para darse de hostias.

El hincha deportivista, un tal Jimmy del que dan la edad y la circunstancia de su paternidad para recalcar la desgracia de que deja un huérfano, no era un tipo que pasaba por ahí y se daba de bruces, sin comerlo ni beberlo, con una muerte sorprendente e inesperada. El tal Jimmy sabía perfectamente a lo que iba y a lo que se exponía.

Así que sí, un exaltado (o varios) del Atleti dejó a un niño sin padre y eso es repudiable pero no nos olvidemos que el segundo culpable de esa orfandad forzosa es el propio Jimmy, un irresponsable de 43 años que no pensó en su hijo cuando decidió ir a pegarse porque sí, sin ningún motivo, con otro grupo violento.

Sin embargo, resulta que me encuentro con un crespón negro en las páginas de un diario deportivo (no sé si el resto habrán hecho lo propio) en un claro homenaje al fallecido. O leí y escuché comentarios que pedían suspender el partido o precederlo de un minuto de silencio. Y eso ya no.

Es una desgracia que se den este tipo de hechos; es una desgracia que alguien haya muerto en estas circunstancias pero no nos equivoquemos, Jimmy era parte del problema y no una víctima del mismo. Que una cosa es que nos quejemos de la culpabilización de la víctima y otra cosa es esto.