La pregunta es clara: ¿es Breaking Bad la mejor serie de los últimos tiempos?

SPOILER ALERT

Antes de continuar leyendo, amados lectores, nos vemos en la obligación de informarles de que en los párrafos sucesivos encontrarán ustedes detalles de la trama que desvelan el devenir de los capítulos, de modo que si ustedes no han visto la serie todavía, y desean descubrirla por sí mismos, no sigan leyendo.

Para los que sí la hayan visto, you may continue.

Breaking BadBreaking Bad es una serie que surge en los años dorados de la TV. Después de que Twin Peaks abriese el camino (ejem, ejem) hacia una televisión de calidad y de que otras series hubiesen continuado por la buena senda (como Expediente X, al menos en sus primeros años) ahora hemos llegado a un punto donde la televisión está inundada de series de grandísima calidad. En un entorno donde series como The Wire, Deadwood, Mad Men, Two feet Under o, sí, también los Soprano habían dejado una huella imborrable, no parecía sencillo seguir rompiendo moldes y volver a sorprendernos con historias humanas llenas de interés y de calidad cinematográfica.

Porque eso es Breaking Bad, señores: una historia muy humana.

El gran acierto de la serie, a mi parecer, es que narra la historia de una persona normal, una persona cualquiera (como podría ser nuestro vecino, un familiar o, ¡qué demonios! nosotros mismos) que se enfrenta a una situación igualmente cotidiana (por desgracia) como es una enfermedad terminal, y que comienza a tomar una serie de decisiones que le van llevando hacia un final catastrófico.

Porque ese es el otro gran valor de la serie, para mí. Y es que nos metemos en la piel de Walt y realmente entendemos todas las decisiones que toma, y por qué las toma. El tema es claro: un profesor de instituto frustrado con su vida y con su puesto de trabajo, que tiene que soportar cómo sus compañeros de universidad se hicieron multimillonarios gracias a una empresa que él mismo inició (y que luego abandonó, por cobardía o por falta de visión/ambición) y que ve cómo su cuñado representa, precisamente, toda esa ambición y éxito del que él carece. En su círculo de amistades no es más que un timorato personaje al que nadie respeta, incluyendo a su propio hijo, el cuál admira más las peligrosas aventuras a las que se enfrenta diariamente su tío Hank (y de las que bien alardea) que la triste existencia de su padre. La cuál, para colmo, nos informan que se va a terminar en un corto espacio de tiempo.

Y ahí empieza todo. Ante la perspectiva de una muerte inminente, Walter se da cuenta de que no tiene nada que dejar a su familia cuando él se vaya, e intenta conseguir mucho dinero en muy poco tiempo. Para ello, la mejor idea que se le ocurre es utilizar sus conocimiento de química para cocinar (según el argot), y vender, una potente droga.

Conoce así a Jesse Pinkman, traficante y consumidor de tres al cuarto, y empiezan a ganar pequeñas cantidades vendiendo droga. Pero el producto funciona, funciona muy bien, y pronto dan el salto a la liga de los mayores. Cómo llegan a establecer contacto con Gus Fring y su emporio de los Pollos es perfectamente consecuente con todo lo que hemos ido viendo. Más consecuente aún es la actitud de Walter. Un don nadie que de repente se vuelve el centro de una vasta operación que genera millones de dólares. La codicia empieza a hacer aparición.

Pero en esas esferas las cosas dejan de ser un juego, y hay que seguir tomando decisiones. Walter no va a renunciar a su producto ni va a admitir que le quiten de en medio. Gale Boetticher tiene que morir. “Si me pones en una situación en dónde es él, o yo, él tiene que morir. Esto es culpa tuya, Gus”– le decía Walter al Sr. Fring después del asesinato de su perfecto compañero de laboratorio.

Todo encaja, todo tiene sentido. Las demás muertes no son si no una huida hacia adelante. La línea se ha cruzado. Walt ya no se va a detener. La ambición está creciendo dentro de él. Toda la frustración acumulada dentro de sí durante toda su vida está saliendo a la superficie hasta el punto de que empieza a sentirse más identificado con el imperio que está creando que con su propia familia. ¿Qué hay del episodio en el que Walter Jr. pasa la noche en casa de su padre, cuidándole como un buen hijo, y Walter, entre ensoñaciones le responde: “thank you, Jesse”? El cambio se está produciendo. Ya no hay vuelta atrás.

El asesinato de Gus Fring tiene también todo el sentido del mundo. Una vez más, era él o Walter. ¿Qué hombre no elegiría esa salida? El orgullo y la codicia empiezan a no conocer fin en la vida de Walter White, como quedó bien patente en la escena en la que Mike decide abandonar el negocio y retirarse. “Teníamos una operación perfecta con Fring, y lo jodiste todo, porque tú tenías que ser el hombre” – le decía Mike.

Mike tenía, pues, que morir.

Toda la historia de Breaking Bad se desarrolla con asombrosa claridad. Todo es una consecuencia de lo anterior. Incluso el final. Realmente, no puede acabar de otra manera.

Walter tenía un hilo de esperanza, y lo aprovechó. Quiso salir. Lo dejó, incluso, pero una persona no puede construir un imperio a base de romper las reglas, y salirse con la suya. la historia de la humanidad así nos lo ha demostrado tozudamente a lo largo de los siglos. Al final todo se ha de venir abajo. Los aliados se vuelven traidores. Los amigos, enemigos. El dinero lo traspasa todo. El dinero, cuando es obtenido por medios ilícitos, destruye todo lo que toca.

Walter tenía un hilo de esperanza, digo, pero ese hilo se rompió definitivamente con el asesinato de Hank. Ese fue el punto de inflexión. Se había cruzado la línea definitiva. “Ya nada importa” parecía decir Walter mientras contemplaba el cadáver de Hank siendo enterrado en el desierto. Esa vida debía ser destruida. Todo lo que había creado debía ser destruido. Todos debían morir. Todd, la banda de asesinos de su tío. Lydia… todos lo que él juzgaba responsables (subsidiarios) de la muerte de Hank.

Todos menos Jesse.

Los lazos que unen a Walt con Jesse son extraordinarios. Es como un hijo para él. “You never give up on family” – decía el padre de Jane, la novia muerta de Jesse. Y esas son las palabras que se repetía Walter cuando acudió al enésimo rescate de Jesse de su dependencia de las drogas.

Jesse debía vivir, a pesar de la traición. Y los dos los sabían. Y así quedó reflejado en la última escena en la que comparten plano, cuando se miran y Jesse ofrece una ligera sonrisa de comprensión antes de coger el coche y huir extasiado hacia una nueva vida. “Lo conseguimos” – parecía decir Jesse con esa mirada. “Tú y yo lo conseguimos”.

Walter tiene que morir también. Y debe morir en el laboratorio, el testigo mudo de su obra. Pero no puede morir sin antes pronunciar la frase que da sentido a toda la serie. La frase que pronuncia ante su mujer: “everything I did…” – empieza a decir Walter, pero Skyler le interrumpe. No puede escuchar una vez más que le diga que todo lo hizo por su familia, la cual había destruido. “… I did it for myself. I liked it.” – culmina Walter.

Ahí está la razón de ser de toda la serie.

Breaking Bad es la historia del poder, del éxito, del orgullo, de la corrupción, del deseo de hacer, de ser alguien, de dejar huella… de no morir en vano. Breaking bad habla de las miserias de la vida y de la desesperación de las personas por romper las ataduras que sólo nosotros mismos nos imponemos. Todos somos Walter.

Breaking Bad es fiel a la vida, a la realidad. Dramatiza situaciones cotidianas (como siempre ha de hacer el cine – o la televisión-) pero mantiene el toque real, humano. Refleja a la perfección cómo se crea un imperio, cualquier imperio, pero a la vez nos muestra que todos los actos tienen consecuencias. Y todo ello a través de grandes personajes, principales y secundarios (maravilloso el abogado), que van evolucionando a medida que avanza la historia.

Breaking Bad es una gran serie.