Pues sí. Cual avestruz, ciertos autores de este blog esconden el pico cuando les vienen mal dadas. Y este fin de semana han venido mal dadas.

Fernando Alonso fue el primero en llegar a la meta de Valencia. Poco más habría que añadir para que cada cual se diera por aludido y haya quien se sonría con socarronería y quien escupa, blasfeme y se pegue de puñetazos en la pantorrilla. Los últimos se lamentarán de que el asturiano haya vuelto a dar una lección de conducción saltándose tantos puestos como los que van del undécimo al ganador; hasta el más desconocedor de este deporte puede hacerse la idea: una proeza.

Los demás, los que amamos este deporte, nos congratularemos con la victoria del piloto de Ferrari y del enorme espectáculo que dio. Y, de rebote, nos alegraremos de la personal victoria que se ratifica con el tiempo: se demuestra otra vez la supremacía del español, interrumpida únicamente por los embates del mal fario y circunstanciales adversidades -que los medios que pusieron a su disposición no siempre fueron los mejores y las decisiones tomadas injustamente contra el español por la organización son sólo dos ejemplos.

Alonso es el líder del mundial. El orden ha sido restablecido.