Y no es la primera vez que no estoy de acuerdo con sus argumentos o sus opiniones.

Dice Marías, entre otras cosas:

Al confesar mis ya remotos delitos quiero decir que entiendo cómo no la tentación que supone para los internautas descargarse gratis es decir, robar música, películas, series de televisión enteras y dentro de poco libros.

Surge de nuevo ese mal puesto concepto de robar (que ni las leyes, por ahora, contemplan). Si él roba un disco en una tienda de París, el tendero deja de tenerlo en su poder. Si alguien se baja una canción, esa canción no desaparece de ningún sitio; por el contrario, su conocimiento se extiende.

Con ese laxo significado de la palabra robar, podríamos también decir que al leerme su artículo, él me ha hecho perder el tiempo y, por tanto, me lo ha robado. “Pero nadie te ha obligado a leerlo”. Ni nadie obliga a un autor a hacer pública su obra. Que esa es otra: publicar, hacer pública, darla al público… más claro, agua.