Tanto en su versión impresa como en la de su sitio web, el periódico El País nos ofrecía el pasado sábado un titular bastante engañoso, acompañado de un subtítulo con más demagogia si cabe.

Titula El País: Perder la nacionalidad por una boda gay. Y “Francia retira el pasaporte a uno de sus ciudadanos por casarse con un holandés“, reza el subtítulo.

¡Qué malos malosos son los franceses! ¡Qué homófobos! ¡Están dispuestos a perseguir los matrimonios homosexuales hasta las últimas consecuencias! ¡Más allá de sus fronteras si es preciso! ¡Y aplicando los castigos que crean pertinentes!

Eso es lo que nos hace pensar El País hasta que llegamos a este párrafo:

Minvielle se casó en diciembre de 2003 y adquirió la nacionalidad holandesa en 2006.[…] Según una convención franco-holandesa de 1985, cualquier ciudadano de uno de los dos países que adquiera la nacionalidad del otro pierde la de origen, salvo en caso de matrimonio o voluntad expresa. Así pues, dado que Francia no reconoce el matrimonio homosexual, en diciembre de 2007 Frédéric Minvielle supo por el consulado que había perdido la nacionalidad francesa y que tenía que devolver su carné de identidad y su pasaporte, algo a lo que se negó.

La noticia, ahora, suscita un par de cuestiones. Por una parte habría que clarificar eso de “voluntad expresa”, porque si significa que te retiran la nacionalidad de origen a menos que expresamente solicites mantenerla, el titular bien podría haber sido “Francia retira el pasaporte a uno de sus ciudadanos por ser un imbécil de cuidado“.

Por otra parte, lo que sí parece claro es que no se le ha revocado la nacionalidad por haberse casado con otro hombre. Igualmente se podría decir que se le quita la nacionalidad francesa por ser francés, puesto que el acuerdo es entre estos y los holandeses.

Podrá discutirse la idoneidad de las leyes francesas, que no contemplan tales matrimonios, pero lo que no puede ni insinuarse, a la luz de la propia notica, es que se le ha quitado la nacionalidad porque se ha casado con un hombre. Hay que buscar la causa suficiente, y no utilizar cualquier elemento accesorio para indignar a los lectores haciendo uso de un amarillismo de lo más rancio.

No sé muy bien qué intereses perseguía El País con el tratamiento que le ha dado a esta noticia, especialmente cuando en el cuerpo de la misma se desmiente a sí mismo, así, como el que no quiere la cosa. En mi caso, este tipo de cosas sólo consiguen cabrearme.