Soy fumador y defiendo, en muchos casos, los derechos de los fumadores, así como denuncio la persecución, a veces injustificada, a la que se ven sometidos.

Soy admirador de Javier Marías. Me he leído casi todas sus novelas y las he disfrutado. Soy también seguidor de sus artículos semanales, en los que se despacha a gusto contra la idiocia imperante; casi siempre, además, con un fino sentido del humor.

El pasado fin de semana, sin embargo, se equivocó al arremeter contra las leyes antitabaco (o antifumadores, más bien). Decía allí:

Y son cada vez más los políticos que, sin darse cuenta de la barbaridad dictatorial que propugnan (o sí se la dan y les trae sin cuidado), piden que cambie la legislación y que, en vez de estar permitido fumar y beber en todas partes salvo en las que se especifique que no se puede, beber y fumar esté prohibido en todas partes salvo en las que se especifique que sí se puede. El autor del artículo que leí, Nick Cohen, señalaba con acierto el disparate de estas pretensiones: acabar con ochocientos años de un principio acordado, según el cual todo acto es legal excepto los que estén tipificados como delito, para dar paso a la monstruosidad de que todos sean delito excepto los expresamente tipificados como legales. El mundo al revés, y el infierno que Orwell imaginó en su novela 1984, advenido dos decenios después.

Este razonamiento no es muy exacto que se diga. Independientemente de que luego pueda estar de acuerdo o no con el fondo, o conclusión, a la que se llega. Podríamos decir, igualmente, que se subvierte el espíritu con el que se escriben y promulgan leyes cuando no se permite matar a un semejante (es decir, es un delito por el cual puede uno ir a la cárcel), excepto en algunos casos (por ejemplo en defensa propia).

Hay numerosas cosas que están prohibidas por ley en principio, aunque se contemplen excepciones en las que no lo están. El verdadero asunto es si fumar es como matar o robar (no en su gravedad, que evidentemenete no, sino en su esencia).

A menos que se trate de una ironía que en esta ocasión no he detectado, creo que Marías se equivoca con ese argumento.