Eso de ahí es un axolotl. Nunca hasta ahora había visto uno. Y sólo por casualidad me he topado con éste -con su imagen, quiero decir, no con uno vivo.

No sé si es extraño que no haya sentido curiosidad por cómo eran. Esa fina sonrisa -de qué otra forma se puede calificar el rayajo que hace de boca- y esos ojos, como dos botones pequeños puestos en un calcetín que hace de marioneta improvisada para un niño. La expresión, porque hay una expresión que en este caso parece de burla. Me explico mejor, al verlo, que no es difícil fascinarse por uno, y casi posible convertirse en uno de ellos.

Yo, y como yo supongo que muchos otros, al escuchar esa palabra, “Axolotl”, pienso irremediablemente en que

Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl.