Señores, la esperadísima quinta temporada de Juego de Tronos ha concluido. Y ha concluido manteniendo de sobra el nivel mostrado hasta la fecha, en mi opinión. Pero no es mi deseo ahora hacer un análisis concienzudo de lo que ha sido esta quinta temporada (eso lo pueden encontrar ustedes en las páginas de nuestros amigos de Jotdown) sino centrarme en un aspecto concreto de la serie que ya ensalcé en mi anterior post al respecto: los personajes.

Defiende fuckitall que Los Soprano es una de las mejores series que se han hecho nunca, y que lo es, en parte, por el excelso tratamiento que hace de sus personajes. Pues bien, no quiero entrar ahora a valorar qué serie cualifica para ser mejor que otra, pero si vamos a hablar de personajes… no diga usted Sopranos, ¡diga Juego de Tronos!

Como ya comenté anteriormente, los personajes de JDT (¿Jotdown? ¿Jodtown?) son buenísimos TODOS. Es impresionante. Pocas series pueden presumir de haber introducido tantos personajes en sus tramas y de haberles dado tanta profundidad psicológica y tanto background prácticamente a cada uno de ellos. Adicionalmente, todos los actores, (británicos, por cierto) son extraordinarios.

-S-P-O-I-L-E-R-A-L-E-R-T-

Destacamos a Tyrion, por supuesto, pero la pequeña de los Stark también es extraordinArya. Jaime Lannister es uno de mis favoritos, como ya destaqué en mi último post, y sin embargo en esta última temporada pueden permitirse el lujo de apenas darle protagonismo. Stannis, la Lady Melisandre, Ser Davos, la pequeña princesa, Brienne of Tarth, Podrick, “No one” Jaquen, Ramsey (motherfucking Ramsay!) Theon/Reek o el sellsword Bronn que apareció por casualidad salvándole la vida a Tyrion y acabó ayudando a Jaime a rescatar a Myrcella (oh, Dios, Myrcella…) La lista de personajes es interminable, pero todos tienen su historia detrás (que nos la cuentan) y siguen una progresión perfectamente natural a lo largo de la serie.

¿Pero qué me dicen de Ser Jorah Mormont? El caballero enamorado de Daenerys que fue desterrado por traición pero que vuelve a la conquista de su amada al encontrarse por casualidad en un burdel con Tyrion Lannister, al cuál dirige a Mereen para ganarse los favores de su reina en la arena de los esclavos después de haber sufrido el ataque de los stonemen. Parece una historia sacada de una tragedia griega clásica. De hecho, sólo esa historia daría para hacer una película en sí misma.

Pero sigamos, porque la lista realmente es interminable. Primero tuvimos al rey Robert Baratheon, clásico rey dominante, bebedor y mujeriego que murió en batalla y desencadenó todos los acontecimientos posteriores. Le sucedió Joffrey, otro personaje extraordinario y fiel reflejo de los tiranos de la época, que tuvo un protagonismo exacerbado durante las primeras temporadas y que se ganó la fama de ser uno de los personajes más odiados de la historia de la televisión. Sin embargo, Joffrey, que había sido protagonista destacado, desapareció, dando paso a su hermano Tommen, first of his name, que es la antítesis de su despiadado hermano, convirtiéndole en un rey débil que permite tener a su esposa y a su madre en prisión.

Los personajes en JDT aparecen y desaparecen con la mayor de las naturalidades, abriendo y cerrando hilos argumentales sin ningún respeto por lo que pueda pensar el espectador. Aquí no hay protagonistas. Aquí no hay buenos ni malos. Aquí nos muestran las cosas tal cual ocurrieron (entiéndase lo que digo).

En una serie convencional uno podría esperar que los que han sido injuriados por un personaje acaben disfrutando de una justa venganza, a modo de una muy televisiva justicia poética, pero no es así. Por ejemplo, la lista de personas a las que Arya juró matar por venganza va menguando con cada temporada que pasa, ya que muchas veces fue “otro” el que acabó con su vida. Las tramas no parecen obedecer a los caprichos de los guionistas sino a las resoluciones lógicas que conlleva la historia de cada personaje (este es, por cierto, el gran problema de una serie como The Killing).

Sin embargo, a veces la propia trama sí permite un “final” adecuado. ¿Recuerdan cómo murió Renly Baratheon? Brienne juró vengar la muerte de su protegido acabando con la vida de Stannis, y una o dos temporadas después, de forma maravillosamente natural y sin artificio de ningún tipo, Brienne y Stannis coinciden a las puertas de Winterfell (a donde habían llegado por vías y motivos radicalmente distintos) donde Brienne, ahora sí, puede acabar con la vida del hombre que juró matar. ¡Bravo!

Uno podría pasarse la vida comentando los personajes de JDT. Es imposible hablar de todos. Uno podría hablar de lo bien llevada a puerto que está la ascensión al poder de la secta del High Sparrow a manos de la Queen Mother, Cersei, que posteriormente es víctima del monstruo que ella misma creó, acabando en el más profundo de los infiernos y sufriendo una brutal e inolvidable humillación en el brillante y escalofriante capítulo final. Capítulo final en donde nos abren la puerta para mostrarnos un hilo argumental que sin duda dará que hablar en la próxima temporada: la venganza de Cersei, que promete no tener límites.

Y John Snow muere. El héroe. El líder. El honorable Lord Commander que sólo busca defender a sus protegidos muere de forma vil traicionado precisamente por aquellos a los que quiere salvar. Final inevitable. El Maester Amon murió. Sam se marcha para proteger a su familia. John Snow está solo. Tiene a la gente en su contra. En JDT no valen guiones bonitos ni finales felices. John Snow tiene que morir.

Fui de los últimos en empezar a ver Juego de Tronos, por tener la idea de que sería algo demasiado comercial. Pero una serie en donde los héroes pueden morir y donde se puede quemar viva a una niña tiene poco de comercial.

Juego de Tronos tiene mi respeto.