Vivimos en tiempos convulsos, políticamente hablando. En Andalucía se han producido recientemente varias detenciones por el caso de los cursos de formación, a la par que los dos últimos ex-presidentes de la Junta de Andalucía están siendo investigados por un posible delito de prevaricación y malversación de fondos públicos por valor de cientos de millones de euros. Casos, ambos, que implican directamente al Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

Podemos (!) asumir que a nadie le gusta que le roben. Ni que le engañen. Sin embargo, eso es justo lo que ha ocurrido en Andalucía, en donde los Gobernantes han saqueado las arcas públicas, privándole a los ciudadanos de sus preciados ahorros. Cabe esperar que los andaluces no anden muy contentos con sus representantes políticos, de modo que cuando llegue el momento de las elecciones en buena lógica decidirán quitar de en medio a todos aquellos que han demostrado no merecer su confianza.

Sin embargo, llegado el momento de tomar tan ansiada decisión, ¿qué han decidido los andaluces? Pues lo andaluces han decido otorgar el poder… al Partido Socialista.

¿Cómo es esto posible?

Pues me he cansado de repetirlo: porque el voto no es una decisión puramente racional. Es decir, que no es la conclusión de un determinado razonamiento.

Pero no piense usted en el aldeano que vive desinformado de los tejemanejes políticos, porque también me estoy refiriendo a usted, estimado lector. ¿Cree usted que su voto es el producto de una decisión racional?

Si es así, le invito a seguir leyendo porque iré, incluso, aún más lejos.

¿Qué diría usted si le dijera que la mayoría de sus decisiones, incluidas las más importantes de su vida, tienen muy poco que ver con la razón y la lógica?

Los seres humanos nos vanagloriamos de ser criaturas de elevada inteligencia, y afirmaciones como esta atacan directamente a nuestro ego. Sin embargo, no nos rasguemos las vestiduras todavía.

Empecemos por lo básico. Los seres humanos vivimos sujetos por un equilibrio que se produce entre dos fuerzas, que son la emoción y la razón, las cuales susurran en nuestro oído opiniones distintas, como si de un angelito y un pequeño demonio encima de cada hombro se tratara. En términos más científicos, los seres humanos estamos dotados de una parte del cerebro que llega a conclusiones conscientes y racionales (multiplique usted 354*3) y emocionales (¿por qué deseo pasar el resto de mi vida con esta persona y no con aquella?).La primera de estas conclusiones está gobernada por su mente consciente, mientras que la segunda toma como referencia datos almacenados en la mente inconsciente, y no sabemos muy bien por qué se producen.

Una característica interesante de la mente consciente es que es incapaz de realizar dos tareas al mismo tiempo. Si usted pone este duda esta afirmación, trate de multiplicar 15*12 al mismo tiempo que divide 54/6. O intente recordar el nombre de un antiguo compañero de colegio al mismo tiempo que trata de recordar dónde dejó las llaves del coche. No podrá hacerlo. Su mente efectuará una operación, y cuando haya terminado, procederá a efectuar la otra.

Sin embargo, su mente inconsciente puede realizar cientos de funciones al mismo tiempo. Su mente inconsciente controla con precisión mecánica el trabajo de sus pulmones, al mismo tiempo que regula su ritmo cardíaco, al mismo tiempo que dirige al órgano encargado de procesar los alimentos que digirió en la última comida, al mismo tiempo que le permite manejar un vehículo, al mismo que le alerta de un peligro en la carretera, al mismo tiempo que le permite mantener una conversación por teléfono.

Pues bien, el voto se decide en base criterios inconscientes que permanecen ocultos para la mente consciente. Lo que ocurre, y aquí está el engaño, es que los seres humanos utilizamos la lógica para explicar decisiones que se han producido anteriormente a nivel inconsciente. Por eso creemos que nuestras decisiones son racionales.

Pero no me crean a mí, escuchen al Premio Nobel Daniel Kahneman.

Antes preguntaba en voz alta: ¿con qué persona desea usted pasar el resto de su vida? ¿Cree usted que su decisión está basada en criterios lógicos? ¿O más bien utiliza usted la razón, a posteriori, para justificar una decisión adoptada previamente por procesos desconocidos para usted?

Se lo pregunto de otra forma: ¿puede usted enamorarse a voluntad por una determinada persona?

O, dicho de otra forma: ¿puede usted “enamorarse” a voluntad de un determinado… perfume? ¿O vehículo? ¿O marca de zapatillas?

¿O de un político?

Si usted es capaz de comprender esto, también será capaz de comprender por qué tantas mujeres se sienten atraídas por hombres que las maltratan.

Y por qué los fabricantes de perfumes dirigidos a mujeres utilizan a hombres atractivos en sus anuncios televisivos, por ridículos que parezcan.

Y por qué los fabricantes de motocicletas deportivas utilizan a mujeres llamativas en sus spots.

Una guitarra Epiphone está fabricada y tiene un sonido prácticamente idéntico al de una Gibson. Sin embargo, ésta es tres veces más cara. ¿Por qué preferimos la Gibson?

Tomamos una decisión u otra porque ciertos estímulos ponen en marcha un proceso automático, que actúa por debajo del nivel de la consciencia. A través de esos reclamos están activando determinadas zonas de la mente inconsciente que están fuera de nuestro conocimiento. (Gibson es la primera marca, Epiphone es una copia. Gibson es la guitarra que utilizan los grandes guitarristas. Epiphone es la guitarra que compran los que no tienen dinero. ¿Con quién me identifico yo?)

Pero los humanos nos negamos a reconocerlo, porque el ego (en el sentido freudiano de la palabra) se siente atacado y lo rechaza, y nuestro amor propio se suma la causa y se niega a reconocer hasta qué punto estamos influenciados por nuestras emociones.

Pero no me crean a mí, escuchen al neurólogo Antonio Damasio y a su famoso estudio.

Patients with damage to the brain’s prefrontal cortex cannot make simple decisions
because they lack the necessary emotional machinery.

¿Puede usted elegir a voluntad qué político le inspira confianza y quién no? A pesar de todos los argumentos lógicos a favor o en contra de una determinada persona… ¿le hace a usted tener sentimientos diferentes hacia él/ella?

Afortunadamente, los seres humanos estamos provistos de voluntad, y en la medida en que seamos capaces de sobreponerla a nuestras emociones, seremos capaces de actuar de manera más racional o más emocional.

En base a esto, la mujer maltratada puede elegir dejar a su pareja. Y usted puede elegir no comprar ese coche deportivo tan caro.

Pero lo que no puede hacer esa mujer es dejar de sentir atracción por ese hombre, ni ese hombre dejar de sentirse fascinado por ese flamante deportivo.

Sólo usted decide qué papeleta introduce en la urna, pero… ¿hasta qué punto está usted justificando racionalmente una decisión que su mente va a tomar sin que usted sea consciente de ello?