Sólo un par de apuntes rápidos:

El PP sufre en sus carnes la desfachatez, la inquina y la descerebrez (licencia poética!) que ha instigado en sus huestes durante los útimos 4 años. Ahora las víctimas despechadas, los fachas de toda la vida y los micrófonos de los púlpitos eclesiásticos y los “medios afines” se vuelven contra el Señor Feudal al que han rendido pleitesía.

La razón, y aquí viene lo interesante para los que creemos en la alternancia de partidos, son las maneras aperturistas y los movimientos de cambio que, después de atravesar el desierto de la mano de el sector duro de la derecha española, se ha decidido a abrazar Mariano Rajoy. Con tibieza, pero los abraza.

Este giro al centro, aunque loable y deseado por el bien de la salud política en este país, merece no obstante un tirón de orejas por llegar tras más de 4 años de irresponsabilidad.

Actualización:
leo en El País de hoy domingo la narración del siguiente suceso a las puertas de la sede del PP, y me parto el culo:

El viernes, frente a la sede central del PP, en la calle de Génova, una señora exaltada gritó mirando al balcón del presidente:

-¡Rajoy, dimisión!

Un grupo que la rodeaba coreó:

-¡Rajoy, dimisión!

La señora, animada por la acogida, atacó de nuevo:

-¡Rajoy, traidor!

El grupo le respondió:

-¡Rajoy, traidor!

La señora, enfervorizada, pegó un tercer alarido:

-¡Rajoy, ladrón!

Y un hombre que estaba al lado envuelto en una bandera española, le respondió:

-Hombre, no; ladrón, no.

-Pues sí, oiga. Es un ladrón. Un ladrón…¡De votos, de nuestros votos!