Hoy leo una noticia un tanto preocupante sobre la investigación que científicos de todo el mundo llevan a cabo para encontrar una vacuna contra el SIDA. Los científicos parecen desanimados a la hora de encontrar un remedio contra este síndrome, que es, junto al cáncer, una de las grandes plagas de nuestra era.

Quiero destacar un párrafo:

“Hemos trabajado para encontrar una vacuna contra el VIH desde que el virus se descubrió (…) Y ahora no estamos más cerca de encontrar una vacuna de lo que lo estábamos entonces”

Así, sin estar demasiado metido en el tema, la verdad es que este mensaje me parece un tanto pesimista, y no he podido evitar que me viniese a la cabeza aquella historia de un científico que dedicaba sus días a encontrar una vacuna para salvar a su esposa de un terrible envenenamiento.

La historia cuenta que el científico llevó a cabo hasta 300 pruebas con diferentes compuestos, pero ninguno de ellos resultó ser eficaz, y su esposa murió. Tras su muerte, se alzaron muchas voces que le decían que había fracasado en su investigación, pero él, sabiamente, les dijo que no había fracasado ni una sola vez, sino que había descubierto 300 formas de no solucionar el problema.

Y eso es un gran avance.