A Paquitall le pierde la bocaza. Y se llena la ídem llamando bocazas a los demás, mientras exalta a sus patéticos ídolos de paja.

El tiempo pone a cada uno en su lugar y, aunque ya hace tiempo que colocó a Paquitall en su propio pozo de ignominia, no está de más que se lo recordemos cada cierto tiempo. Más que nada para ver con qué nueva falacia nos sale, cómo evita con ardides infantiloides reconocer una nueva derrota, el reconocimiento de su poca credibilidad y de sus endebles razonamientos.

Bocazas, dice. ¿Qué es, entonces, Peppone Rossa?