¿Quién lo hubiera dicho? Ya ves, otro año más y otro título más. Ya van tres y parece ayer cuando te llevaste el primero. Esta vez todo parecía en contra. En la última carrera estabas todavía a cuatro puntos del negro Hamilton y con el rubiales respirándote en el cogote, a tan sólo tres. Todo el pescado estaba vendido, había poco que hacer: un milagro, decían muchos; ni eso, respondían los más.

El sábado te clasificaste para tomar la salida desde la cuarta posición. Todos tus rivales por delante. Todo en contra. Como casi toda la temporada. Tendrá que arriesgar, se la jugará en la salida, pensábamos. Pero el inglesito no se iba a poner nervioso. Las tenía todas consigo; hasta podía dejarte adelantarle y reírse por lo bajini porque hubiese seguido siendo líder.

Bah. No merece la pena verlo. Para qué, si ya sabemos, si está claro. Si lo de China ya fue, si no se puede repetir la misma historia. Pero igual nos sentamos en los salones y en los bares, en grupo, frente al televisor, con las cervezas frías y los aperitivos, los cigarros que rebosaban los ceniceros, inquietos en los asientos, en los taburetes y en los sofás. Inquietos, a pesar de.

Y algún grito de aliento sin mucha convicción mientras formabais en dos filas, antes justo de salir. Vamos, Fernando. Antes de que salieras. Y saliste. Parecía imposible pero lo hiciste. Zas, de un bocado te habías comido a Hamilton y, en la confusión, adelantaste a Massa y Raikkonen. El resto, es historia.

Felicidades, Fernando.