Aunque me lo leí hace ya un par de meses, me acabo de acordar de un par de anécdotas divertidas del libro Breve historia de la paradoja, de Roy Sorensen. La primera es sobre Hegel (¡menudo nivelazo va a coger este blog!):

Dicen que en su lecho de muerte el filósofo se quejó: “Sólo un hombre me ha entendido”. Permaneció un rato en silencio y añadió: “Y no me entendió”.

La segunda anécdota es del Hodja (o Mulá) Nasrudín, un sabio del siglo XIII. A este personaje ya le conocía de hace años (cuando la palabra Mulá no tenía las connotaciones que tiene desde hace poco tiempo). De hecho tengo un libro de anécdotas suyas, del mismo tipo y tan divertidas como la que sigue. Os recomiendo que os leáis algunas (supongo que en internet se podrán encontrar más, aparte de las que aparecen en la entrada de la Wikipedia) porque son bastante graciosas. Y ahí va.

En su calidad de juez, tuvo que escuchar en una ocasión a un hombre que había venido a su casa a quejarse de su vecino. Después de escuchar con atención, Hodja dijo: “Tienes razón”. El hombre se marchó contento. Pero al enterarse del fallo, el vecino acusado se enfadó y se dirigió a la casa del juez a dar su versión de la historia. Hodja volvió a escuchar con atención y dijo: “Tienes razón”. El vecino se marchó contento. La esposa de Hodja, que había escuchado todo, intervino: “Pero Hodja, no pueden tener razón los dos”. Hodja escuchó con atención y replicó: “Tienes razón”.