Hay dos vídeos que han dado la vuelta al mundo en los últimos días. Los dos suceden en el mismo contexto y con la misma protagonista: una periodista húngara en la frontera de Hungría rodeada por refugiados que quieren entrar ante la negativa de la policía. Los refugiados echan a correr en avalancha para romper la barrera policial y es entonces cuando la periodista, Petra László, entra en acción.
En uno de ellos zancadillea a uno de los refugiados que corre con su hijo a cuestas. En el otro, alguno de ellos parece chocar con ella o pisarla y ella responde soltando patadas a diestro y siniestro a todo lo que se moviera.
Los dos son fáciles de encontrar. Pongo este como ejemplo, donde aparecen las dos grabaciones seguidas.
Vamos a pasar por alto la verdadera discusión sobre este tema, es decir, si fue dentro o fuera del área.
Y sí, qué hija de puta, no tiene corazón, bla, bla, bla.
Mientras escribo esto descubro que Paquitall ya ha hecho un comentario donde saca precisamente a colación parte de lo quiero decir aquí: sí, Petra Laszlo ha pedido disculpas.
¿Ahora qué hacemos? ¿Nos las creemos? Paquitall ya ha decidido que no. Porque es razonable suponer que está mintiendo para salir del paso y evitar represalias. Pero, ¿y si son sinceras? ¿Cabe la posibilidad de que alguien haga eso, la cague y se arrepienta de ello? ¿Acaso un escenario así no es posible? Pues lo cierto es que sí.
Seguramente esta mujer esté sufriendo ahora mismo un linchamiento desmesurado y fuera de lugar, como todo buen linchamiento en la plaza pública. En la era de internet ese linchamiento es brutalmente global, constante y por distintos medios.Parece que nos encanta juntarnos en manada y ocultos en la masa apabullar a alguien, destrozarle la vida, acosarle hasta que no pueda más. Un matonismo peligroso y que entre todos nos justificamos.
Recordemos que esta mujer no ha matado a nadie, ni siquiera herido, hasta donde sé, y que el mal que hizo, que sepamos, fue puntual: no se dedica a eso todos los fines de semana. Y recordemos que, en el fondo, no la conocemos de nada. No sabemos nada sobre su carácter ni sobre su forma de ser ni sobre su vida pero nos lanzamos sobre ella como perros de presa.
Así que, ¿tenemos que creernos lo que ella nos diga? No tenemos por qué creernos nada, ni lo que diga la periodista ni lo que diga el ministro. Pero desde luego hay que tener mucho cuidado antes de hacer un juicio de valor que pueda tener consecuencias.
Como digo, lo más fácil es ser un cínico y pensar que seguramente Carmena esté robandode las arcas públicas porque, si todos llevan robando años y años, ¿no es razobable pensar que Carmena también roba o es que ella es tan sumamente especial? (Como veis, se pueden retorcer los argumentos para que suenen razonables).
Pero lo verdaderamente razonable es esperar a comprobar más fehacientemente si realmente Carmena roba o no. Si con los hechos subsiguientes se gana la credibilidad o no.
En resumen, mi opinión es que esta mujer la ha cagado, la han despedido, ha pedido disculpas. Tal vez sea una hija de la gran puta enferma y perversa de nacimiento. Pero por ahora creo que habría que concederle el beneficio de la duda y, tras haber condenado su actuación, dejarla en paz y que pueda continuar su vida y demostrar si se realmente se arrepiente o lo volvería a hacer.
Una vez conocí a una mujer que decía que tenía una gran virtud, que era ser muy paciente. La paciencia, en efecto, es una virtud, y esta mujer era tan paciente, tan paciente… que pasados con creces los 40 años aún seguía esperando al hombre perfecto, sin haberse movido nunca de su silla.
A veces, lo que uno quiere disfrazar como virtud en realidad esconde algo detrás, a menudo no tan virtuoso.
En este caso no sé hasta qué punto la ecuanimidad y la cautela que muestras no esconden si no la incapacidad para tomar una decisión, ya sea ésta en forma de acción o de pensamiento.
Partimos de la base de que no sabemos lo que pasaba por la cabeza de esa mujer, ni lo sabremos nunca. De hecho, probablemente ella misma tampoco lo sepa (cónocete a ti mismo, nos enseña la filosofía socrática) de modo que sólo podemos acudir a las imágenes para poder armarnos con una opinión. Y no soy ningún experto, pero las imágenes no parecen, precisamente, las de una persona que está sufriendo un ataque de pánico. Más bien parecen las de una persona que está actuando con plena conciencia. Para terminar de pintar el cuadro, sabemos que la mujer era de nacionalidad húngara (país reconocidamente hostil hacia los refugiados) y que trabajaba para una cadena de ideología de ultra derecha. Nada de esto serviría como prueba en un juicio, evidentemente, pero lo que nos da son los suficientes indicios como para pensar que la explicación que nos ofrece ahora parece atender más a un intento de salvar su carrera profesional que a la verdad. ¿Que cabe la posibilidad de que no sea así? Sin duda. También cabe la posibilidad de que Rato y Mr. Minister hablaran de la crisis griega en la famosa reunión. ¿Acaso puedes demostrarme que no?
Lo siento, pero ese argumento tuyo simplemente no es válido.
En cuanto al linchamiento mediático, algún defunto miembro de este blog ha defendido alguna vez que una cuenta de Twitter es como una escopeta para un mono, y no estoy necesariamente de acuerdo. El problema no son tanto las redes sociales como la importancia que uno les otorgue, es decir, que si alguien va a dejar de comprar en Mercadona porque haya un grupo de Facebook que lo critica, el problema no es de Facebook sino del que coloca el criterio de las redes sociales por encima del suyo propio.
Lo último que puede hacer esa ex-periodista es protestar por los comentarios recibidos en las redes sociales. ¿Qué otra reacción cabría esperar?
Tanto Petra como el Ministro han cometido el mismo error, porque cuando después de una conducta muy sospechosa me ofreces una explicación muy poco convincente, la responsabilidad de que yo no te crea no es mía, es tuya.
Tuya, fuckitall.
Tuya.