Tras la nueva formación del gobierno griego, no han sido pocos sino, más bien, casi todos los personajes políticos o de opinión los que se han rasgado las vestiduras públicamente ante la ausencia de miembros del sexo femenino en el nuevo gabinete.

Copio aquí un enlace a uno de los artículos más sangrantes que he visto al respecto.

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2015/01/28/sin-mujeres-no-hay-democracia.html

Os hago parte del trabajo, resaltando una de las frases que más me ha llamado la atención:

Sin las mujeres no hay igualdad, no hay desarrollo, no hay bienestar. Sin la participación de las mujeres en los gobiernos no hay democracia.

La primera vez que escuché el comentario de “Tsipras no ha incluido a ninguna mujer en su gabinete” me lo tomé a broma. La segunda me impactó. A la tercera no le daba crédito. Ahora, después de leer este tipo de artículos, ya me inflama.

Pueden leer ustedes de nuevo la frase de la infame Marisa Soleto.

No, Señora Soleto, cuando no hay desarrollo, ni igualdad ni bienestar es cuando el criterio a seguir en la formación de un gobierno es el del sexo del candidato y no el de sus cualificaciones.

Porque, presten atención sus señorías, la crítica no es que “fulana” o “mengana” se haya quedado fuera, a pesar de su excelente hoja de servicios, no. La crítica es ¡que no hay mujeres! Entiendo que, con el mismo razonamiento, podríamos acusar a Tsipras de tendencias neofascistas, al no haber incluido a ningún miembro de la Comunidad Judía en su gabinete.

Esto va más allá de la “discriminación positiva”. Esto es el correctismo político elevado al absurdo más absoluto. Ya la formación del gobierno de Zapatero (ese hombrecillo que circulaba entre llamaradas por el Congreso con un tridente rojo) con igual número de hombres que de mujeres me pareció ridículo, pero es que esta crítica feroz a lo que ha ocurrido en Grecia me parece estar ya mostrando signos de demencia.

Lo más irónico de personas como la Señora Ob-Soleto es que, con sus manifiestaciones, están defendiendo de facto exactamente aquello que critican. Y lo peor es que, probablemente, no sean ni conscientes de ello. Esta clase de gente es la que defiende el fair play, pero quieren amañar los resultados.

Y todo esto nos lleva al tema de la reivindicación, en el cual incluyo también al colectivo gay, al que tengo dedicado un post que ya publicaré en su debido momento.