Me parece inevitable hacer una breve reseña con respecto al tema más candente de la actualidad política, a saber, la sentencia del juicio del 11-M.
Consideraciones legales al margen, parecía evidente que dicha sentencia iba a traer consigo una serie de maniobras políticas de muy diversa índole, cual si de pistoletazo de salida se tratase, y hoy podemos comprobar que, desgraciadamente, así ha sido.
El personaje más buscado tras el fallo no podía ser otro que el Presidente del Gobierno, y quiero alzar mi voz para decir que quedé gratamente sorprendido al ver cómo el Sr. Zapatero no profirió ni una sola palabra de ataque hacia su rival político, el Partido Popular, a propósito de la evidencia jurídica en contra de la tan traída y tan llevada “teoría de la conspiración”, ni hizo uso alguno del sarcasmo o la ironía en una situación que bien podría haber sido propicia para ello.
Tampoco quiero que mi texto se interprete como una loa ciega hacia el Sr. Presidente del Gobierno, pues la lógica nos indica que la sombra del electoralismo es alargada, y su conducta bien puede tener oscuras motivaciones. En cualquier caso, no quiero que aquí tenga cabida aquello de: “si lo dice, porque lo dice, y si no lo dice, porque no lo dice”. El Sr. Zapatero no metió el dedo en la llaga, y con ello se ganó un pedacito de mi admiración.
Caso aparte han resultado ser sus fieles secuaces, Don José Blanco y Don Alfredo Pérez Rubalcaba, los cuales han demostrado, a mi entender, una conducta propia de patio de colegio al hacer sendas declaraciones de marcado carácter infantil que, si bien no exentas de justificación, sí al menos podrían haber sido cubiertas con la distinción de la elegancia.
En lo que respecta a la otra cara de la moneda, creo que el PP ha vuelto a presentar su candidatura para que las siglas de su partido se desglosen en “Paramount Pomedy”, y creo que con ello está dicho todo.
A mí también me parece bien que Zapatero (a tus zapatos) no se haya cebado con el PP. Pero también encuentro lógico los reproches que lanzan Rubalcaba y Blanco. No era algo que pudiera quedarse así. Es decir, yo puedo entender y aplaudir el no acribillar al que ha cometido un error involuntario, pero esto no es tal cosa.
El PP ha mentido descaradamente y luego, en una huida hacia delante, han seguido mintiendo y alentando las peores infamias para no tener que asumir su responsabilidad.
Aquí el único acto que hubiese sido digno habría sido que el PP hubiese reconocido sus culpas y se hubiera retractado de toda la mierda que han esparcido en estos tres años y pico.
No estoy criticando que desde el PSOE se lancen ataques contra el PP, que ya he dicho que son sin duda justificados, lo que critico son las formas. El partido de Zapatero se encuentra en una situación inmejorable de cara a las elecciones, y la sentencia del 11-M no ha hecho sino ponérselo más de cara; es por ello por lo que creo que no tienen necesidad alguna de rebajarse a la altura de su rival con comentarios infantiles como los de Rubalcaba o Blanco, sino que más bien creo que deberían aprovechar su tremenda superioridad para dar una lección de señorío, que resultaría igualmente implacable, pero que les proporcionaría un extra de calidad política.
En cualquier caso, es evidente que lo que habría supuesto un acto de calidad política y humana, habría sido que algún miembro del PP, Acebes habría sido el apropiado, hubiese salido a la palestra a admitir su descarada mentira. Politizándolo incluso, pero admitiéndolo.
Pero eso no va a pasar, claro, porque la política no es más que el arte de saber cuándo, cómo y a quién mentir, de tal manera que el ganador es el que mejor domina ese juego.
¡Lástima siento del que se considere un buen político!