No, no voy a hablar sobre Saló de Passolini, aunque el título del post podría dar pie a pensar eso.
Hace ya algún tiempo que interrumpimos la línea que veníamos siguiendo de destapar las sucesivas CAGADAS que ha ido cometiendo Paquitall (le recordarán, por ejemplo, por “El extraño caso de la penetración de internet” , “Mintiendo sobre Rafa” o “Nostradamus Reloaded“) y que él pensaba que no le recriminaríamos. Tampoco es cuestión de hacer sangre de todas ellas porque nos pasaríamos el día con ello y aun nos faltarían horas. Pero en algunos casos no nos queda otro remedio porque no sólo se trata de enormes CAGADAS de por sí sino que, para más inri, él se jactaba de tener razón antes de que pudiéramos probar fehacientemente, otra vez más, que era otra METEDURA DE PATA de las suyas.
Tal vez alguno recuerde la agria polémica sobre la conveniencia o no de facilitar los datos personales de uno a desconocidos (¡¿es que acaso se puede discutir sobre eso?!), en la que Paquitall defendía que no había por qué desconfiar de nadie y me llamaba paranoico.
Para refrescar la memoria de algunos, pondré un ejemplo de uno de esos rifirrafes. Pongámonos en situación: último concierto de Stacey Earle y Mark Stuart; sí, ese en el que el Ordinal soltó ese chiste graciosísimo sobre el pelo de una tía y la electricidad (¡todavía me parto al recordarlo!). Bien. Los que estuvieron allí recordarán que nos pidieron la dirección de correo electrónico para enviarnos el vídeo del directo. Yo pregunté más de la cuenta, acerca de en qué consistía todo eso, quién andaba detrás, cuando nos enviarían el vídeo, etc. Pero finalmente cedí y les di el dato por el que preguntaban. ¿A alguien le han mandado ese vídeo? Pues a mí tampoco.
Esa noche Paquitall insistió en decir que no tenía sentido ser tan paranoico, ni desconfiar tanto de la gente. Bien, pues ahora se demuestra que mis precauciones fueron insuficientes. ¿Para qué querían nuestras direcciones de correo? Para mandarnos ese supuesto vídeo desde luego que no, así que cuál era la verdadera razón. Ciertamente poco podrán hacer con esa información: usarla como dirección válida para enviar spam, suplantarnos en algún caso de poco riesgo; nada grave, en realidad, pero nos sirve de claro ejemplo de por qué sí que hay que desconfiar, por qué uno debe estar alerta por si se la quieren meter doblada. Y nos sirve también como ejemplo de que Paquitall no hace más que CAGARLA.
Una. Y. Otra. Vez.
Bueno que razón tiene fuckitall! es increíble, tú con buena voluntad le das tu email a una azafata, que tiene pinta de necesitar reunir un número importante de direcciones para que le paguen al final de la noche, y te dicen que te envían el concierto (como se ha dicho aún lo estamos esperando) en fin un engaño y hay que ser desconfiado sí señor!
¡Hombre! Si hasta Chonchi, de natural discreto (está para callar), tiene que intervenir porque lo de Paquitall no tiene nombre. La caga repetidamente sin remedio y es incapaz de reconocerlo.
Gracias, Chonchi. Efectivamente, la desconfianza es una virtud en estos tiempos que corren.